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BIBLIOGUÍAS

Odo Casel (1886-1948): Biografía

Esta guía reúne los recursos que posee la biblioteca en formato papel o electrónico sobre Odo Casel

Biografía

Johann Hermann Casel (como monje benedictino, tomó el nobre de Odón (†942) segundo abad de Cluny) nació en un pequeño pueblo de Koblenz en Renania-Palatinado. Su padre era maquinista de ferrocarril. Terminado el bachillerato, se trasladó a Bonn para estudiar filología clásica. Allí conoció a Ildefonso Herwegen, que más adelante sería abad del monasterio de Maria Laach también en Renania. Este monasterio está situado en la ribera del lago Laacher, un lago volcánico en la región de Eifel (Renania) dentro de la diócesis de Tréveris. Allí, coincidiendo con los albores del Movimiento litúrgico en las naciones regadas por el Rhin, Ildefonso Herwegen y Odo Casel, abad y monje respectivamente en esa abadía, fueron figuras señeras de un fermento intelectual que surgía en el clima de restauración de la antigua tradición monástica benedictina y a partir del estudio intenso y las publicaciones de la abadía en torno a los orígenes del culto cristiano.

Al poco de iniciar el curso, decidió ingresar en esa abadía (1905), donde hizo estudios de filosofía y teología, y su profesión monástica (1907). A finales de 1908 fue enviado a la abadía de san Anselmo in Urbe, para concluir los cursos de teología. Se ordenó (1911) y defendió una tesis sobre la doctrina eucarística de san Justino (1912). Estos estudios fueron ocasión de entrar en contacto con los modos patrísticos de celebrar y explicar los Sacramentos (mystagogía). Entre 1913 y 1918, volvió a la Universidad de Bonn para terminar los estudios de filología que había comenzado. Los concluyó con una Tesis sobre el silencio místico en los filósofos griegos (1919), que le dejará honda huella.

Pensamiento

A comienzos del siglo pasado, Odo Casel escribe que el cristianismo es el mysterion, en el sentido paulino del término. Es Dios quien se revela por medio de hechos y de gestos teándricos de los que brotan la vida y la fuerza”. Los acontecimientos de la vida de Cristo son históricos, pero su contenido es eterno. La acción de Dios, realizada en Cristo, no permanece en una “desnuda historicidad”, sino que está destinada a conducir a la Iglesia a la eternidad.

La intuición de Casel es afirmar o, mejor dicho, recordar que en la celebración -aquí y ahora- de la liturgia de la Iglesia, no solo se obtienen los efectos del Misterio pascual, sino que se da la presencia objetiva mistérico-sacramental del acontecimiento del Gólgota y del sepulcro vacío. No es irrelevante que en la tercera edición castellana del Misal Romano, el verbo “actualizar”, utilizado ya en la onda caseliana, consta una docena de veces. Este hacerse presente el Sacrificio pascual de Cristo, este actualizarse de la obra de la redención en las acciones sagradas de la Iglesia, es una realidad mistérica, que acontece en la liturgia, el órgano más importante del magisterio ordinario de la Iglesia.

Esta intuición de dom Casel es una sensibilización más aguda en la conciencia de una verdad ya antigua, que llamó “misterio del culto cristiano”, y que hoy pertenece al patrimonio común de la Iglesia católica. Afirmar que la liturgia es la actualización de la Pascua de Cristo es el mejor modo que tenemos de recoger el núcleo distintivo de la liturgia cristiana. Dicho esto, está dicho lo esencial de la liturgia; si se silencia esto, ya no estamos hablando de la liturgia cristiana.

Aun cuando Casel advertía que su pretensión no pasaba de redescubrir la verdadera tradición, de quitar el polvo que se había acumulado sobre ella, impulsó, sin embargo, una renovación de la teología por medio de una gran reformulación teórica de la liturgia como Misterio: era la Mysterienlehre, la doctrina del Misterio, “quizás la idea teológica más fructífera de este siglo” -al decir de J. Ratzinger. Fue una intuición que dom Casel tuvo durante una celebración de la Misa conventual en 1918. Él confió a un amigo: “la primera intuición sobre la «doctrina del misterio» (Mysterienlhere) me vino en la liturgia, durante la celebración de la Misa. Más tarde, tomó cuerpo durante el estudio de san Justino; una vez en Bonn, sin perder de vista el estudio de los Padres, comencé a ocuparme en los misterios de la antigüedad, como medio para comprender los misterios cristianos. Los misterios de la antigüedad han sido siempre para mí solo un medio. El verdadero «manantial santo» ha sido la celebración misma de la liturgia”.

Esa reformulación despegaba a la liturgia de los moldes puramente formales del protocolo ceremonial e introducía a los cristianos en la experiencia cultual de la economía del Misterio, adquiriendo, en consecuencia, su estatuto plenamente teológico. En este sentido, es justo que a Odo Casel se le designe como el teólogo del Movimiento litúrgico.

Sobre la relevancia de Odo Casel el panorama teológico del siglo veinte, cf. A. Bozzolo, Mistero, simbolo e rito in Odo Casel - L’effettività sacramentale della fede, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2003; A. Schilson, Theologie als Sakramententheologie. Die Mysterientheologie Odo Casels, Mainz 1982; cf. J. Ratzinger, Die sakramentale Begründung christlicher Existenz, Kyrios Verlag, Freising 1965, 5.

El texto de esta carta proviene, sin ninguna indicación precisa, del perfil fúnebre que escribió la monja Eulogia Wurz en la abadía de la santa Cruz de Herstelle (1948) p. 10-11, cit. A. Bozzolo, Mistero, simbolo, rito in Odo Casel - L’effetività del sacramento de la fede, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2003. Quizá por eso dom Casel celebraba la Misa con una concentración que le dejaba, a veces, exhausto.

Fuente:  D. Félix María Arocena, de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.

 

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